Esta mi portada de hoy la conforman dos imágenes: un fotograma de «Breve encuentro» y una fotografía de un servidor. La película, de 1945 y dirigida por David Lean, rezuma virtud y encanto por todos sus poros; llena de luz, sombras y claroscuros, es, si no la mejor, de lo mejor en su género. La instantánea, de 1959, capta la figura de un peque que tartamudea en la vertical, y aun así ―contando no más de dieciocho meses― reclama su derecho a lidiar en soledad con escamas, temores y vértigos. ¿Por qué llevo a cabo esta sociedad? Tengo mis razones: el blanco y negro, pues así veo el mundo cuando cierro los ojos; el niño, ya que a él me debo y sólo en él me hallo; la estación como lugar de paso y prisas, símbolo de las oportunidades perdidas.
Octubre se cubre de terrorismo y equidistancias, de cortinajes de humo, de incertidumbres: ha llegado henchido tras pingorotudos pinganillos de pingüe labia; y en el gallinero, mucha pluma y poco huevo. Van ya una docena de «horas veinticuatro», es la Virgen del Pilar y comienza el tiempo a cambiar, que no la cosa pública. En ella, butifarra y retahíla de consignas sincronizadas y barriobajeras cuyo fin es dictar, imponer, prescribir. El «sanchecismo» se sube al guindo do doctores en mentiras, maldades y manipulaciones buscan apoyos ―mediante conversaciones discretas― para una investidura verdaderamente calamitosa. Se sube a las barbas del «Régimen del 78» calzando amnistías charoladas ―por el Anticonstitucional―, y así «el burro se traga con grandísimo gusto un cardo que ensangrentaría la boca de otro animal menos estúpido.» (1)
La granada.
Una vez, cuando yo vivía en el corazón de una granada, oí decir a una semilla:
―Un día me convertiré en árbol y el viento cantará en mis ramas, el sol bailará en mis hojas y yo estaré firme y bello por encima de todas las estaciones.
Entonces tomó la palabra otra semilla y añadió:
―Cuando yo era joven como tú, también pensaba así, pero ahora que puedo ponderar mejor las cosas, compruebo que mis esperanzas eran infundadas.
Una tercera semilla replicó:
―No veo nada en nosotras que garantice un futuro tan grande.
Y una cuarta semilla exclamó:
―¡Qué sarcástica sería nuestra vida sin la perspectiva de un futuro mejor!
Dijo una quinta:
―¿Para qué vamos a discutir sobre lo que seremos, si ni siquiera sabemos lo que somos ahora?
Pero la sexta semilla apostilló:
―Seamos lo que seamos, lo cierto es que siempre existiremos.
Ante lo cual, una séptima semilla comentó:
―Tengo una idea muy clara de cómo serán las cosas en el futuro. El problema es que no lo puedo decir con palabras.
Luego hablo una octava semilla, una novena, una décima, y así hasta muchas más. Al final todas hablaban a la vez y no podía distinguirse lo que decía cada una de aquellas voces.
Ese mismo día me mudé a vivir al corazón de un membrillo. Pues tiene pocas semillas y casi nunca hablan. (2)
(1) Página 14 de «El asno erudito. Fábula original». PDF, Biblioteca Nacional de España.
(2) «La granada», páginas 42 y 43 de «El loco. El jardín del profeta», de Khalil Gibran. Edimat libros, 1999.
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