Naciste junto a un río
pequeño, donde abundaban mimbres y zarzamoras; creciste a medias. En Ciñera,
charca de mi memoria, viniste al mundo un treinta de agosto de mil novecientos
cincuenta y siete. Fecha infausta. En aquel fosco valle de inviernos perennes,
blancos y gélidos, había casas bajas mirando a los cuatro puntos cardinales;
casonas, la vieja y la nueva; casas nuevas y casas del pueblo viejo. Viviendas
que cobijaron a lugareños y a una multitud –animosa- venida de toda España.
Hombres y mujeres llevando a cuestas infancias perdidas en una guerra;
infancias y maletas de cartón llenas de prisas, temores y anhelos mal
dibujados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario