Vives cual pajarín
en invierno: buscando sobre la nieve miguitas de pan blanco; vives culpable,
sombrío, atenazado en una mazmorra de credos pardillos; vives la gravedad
ceñuda de un tiempo averiado. Las aguas turbias y cautivas vives, la poza tuya
y mía, y el charco de un domingo por la tarde, primaveral domingo en que aun
yendo a misa la suerte hosca, negra y vengativa te sale al paso. ¿Duerme la
siesta el ángel de la guarda?
─Hablas tintorerías. ¿No entiendes que
con menos ruido se entiende la gente mejor? ¡Corta el rollo, cara repollo!
─Abre la boca el paniego y
asoma la corteza. ¡Que se me mueven los mofletes, amigo Locomotoro! Aunque la
verdad es que aciertas: hablo sin ton ni son. Pero si no encerrara el miedo en
¡palabras, palabras, palabras!, me comerían el alma cojijosas sombras. Lo
siento… Permíteme una pregunta: ¿Lo de repollo es por las ensaladas invernales
de poca sal en la mollera y mucho vinagre?
─¡sssssss…! Eres malo; eres
un ratón: siempre raca-raca como una carraca vieja. Pareces listo como Calixto
pero eres tonto, muy trompo, como un burro que da vueltas en la noria y no sabe
por qué. Pareces una gallina clueca, siempre cacareando... Has de saber que a
mí me gusta la ensalada con repollo y nada más, ¡es lo que hay! Sé que la tuya
es de lechuga, tomate y zanahoria, y aguacate pijotero, todo ello sin sal, con
limón y aceite de oliva. Todo un esnobismo de pacotilla. A mí no me gusta la
tuya y a ti no te gusta la mía: a cada uno lo suyo, a cada tiempo su cuento.
¡En paz! Lo mío es de los sesenta y lo tuyo del XXI, siglo virulento, chinesco
y chulesco, sabihondo y exagerado, muy de sobrepeso… ¡Viva el tal,
repolludamente hablando!
─¡Qué genio! Nadie lo diría: pareces un
abogado de secano. Sin embargo, vuelves a tener razón. Perdóname.
─Perdonado, si es que hay algo que
perdonar. No soy cura, ni curo los males de los que se quedan calvos. A ti te
lo digo, cara de higo.
─¡Cuánto aroma de mohosos modos, cuánta
retahíla de frases con soniquete!
─¡ssssssilencio!
─¿A dónde vas? No deberías haber salido.
¿No ves que todo está lleno de charcos?
─¡A ti no te escucho, cara cartucho! Es
domingo.
─Tras una tormenta nunca jamás se anda
por la calle: puedes tropezarte con lo que ignoras. Ha caído una buena y se han
llenado de pozas los márgenes de la carreterina. ¡Te vas a romper la crisma!
─¡Cállate!, pájaro de mal agüero.
─¡Haz el favor! Camina por el centro y
no mires a la izquierda. Donde vas yo me lo sé: te queda una peseta y quieres
comprarte diez natas en Ca-Evarista.
─Haré lo que me dé la gana; compraré lo
que a ti no te importa! ¡Tostón!
─Estoy torrado, frito,
tostonero; sueno a zambomba, pero vuelve a casa. ¡Por favor! Sé lo que te
sucederá… Vivo apaleado, mareado, cansado de tanto sigo y sigo a ninguna parte.
No sé. Únicamente quiero cuidarte, cambiar lo que cambió mi destino, que las
cosas dejen de moverse a mi alrededor. ¡Quiero que no camines por la siniestra
ruta del maldito accidente! Compréndeme. Lo que te digo es importante: debes
atender mi ruego, para que todo sea diferente. ¡No vayas por tu zurda, no
saltes el maldito lagunajo liliputiense! Resbalarás.
─¡Cállate, calla, calla… sssssss…!
─¡Has resbalado saltando el maldito
lagunajo! Te has golpeado la nuca en el infausto cemento. ¿Y ahora qué? Muerto
de rojo y negro. Sin luz.
─Todo huele a humo pedregoso. El sol
entró en mi cráneo y de repente, la noche más oscura de todas.
─Se te acerca un vecino del pueblo:
"¡Despierta, chaval. Despierta! ¿Estás bien?"... Veo que te levantas
y caminas… Caminaremos siempre a cuestas con el solitario vértigo, dando
tumbos, por trochas y veredas.
─¡Cállate, calla, calla… sssssss…!
─¿Quién te ha despertado para seguir
viviendo la nada en este valle de fatigas?
─¡Nadie!… Un pardalín.
─¿Un qué?
─Un pobrecito con alas, que se posó y no
tuvo suerte.
─¿No tuvo suerte?
─No. Se murió. Lo maté sin querer con la
escopeta de perdigones.
─¡Sin querer! Con la escopeta de
perdigones... ¿tú?
─Fui yo: disparé creyendo que fallaría,
como siempre; pero no. Aquello me puso triste, muy triste. ¡Maldito seas! … ¡Vete!
No me hagas daño.
─No puedo irme de tu lado.
─Eres un malvado pelele que se burla de
mí.
─No es verdad. Un ascua soy cuyo brillo,
agotado y paticojo, está siendo extinguido por un mundo que no quiere a los
viejos.
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